La Historia y la "Historia China"
Jesús Castillo analiza el papel de la historia en China. A nivel oficial se ignoran fenómenos muy importantes de la historia contemporánea, como el Gran Salto Adelante o la Revolución Cultural. El papel de gran potencia de China, su vocación de proyectar su "soft power" en el mundo, requiere que China analice de forma abierta y realista su pasado histórico reciente.
Jesús Castillo Abascal
“La verdad es inseparable de la naturaleza humana.
Si intentamos separarla de la naturaleza humana,
entonces, no puede considerarse como tal”.
Confucio - 孔子
Se dice que la Historia siempre la escribe el vencedor.
Hace unos meses cuando visité el Museo de Historia China, ahora llamado Museo Nacional de China, pude comprobar sobre el terreno que definitivamente China no es, en el tratamiento de su historia, una excepción.
El Museo Nacional de China está situado en el corazón de Pekín, en la plaza de Tiananmen , el ”centro del orden cósmico”. Como todo en China es un edificio imponente; diríase el mayor museo del mundo.
En sus salas y monumentales galerías se expone en riguroso orden cronológico el mayor legado histórico de los primeros reinos y dinastías imperiales. La diversidad y riqueza de objetos y artefactos desplegados también quiere abarcar la historia contemporánea.
Galería tras galería llegué a la imponente sala dedicada a la historia reciente del país. Fue aquí donde noté la ausencia de hechos relevantes y, en particular, los acontecidos después de la subida al poder del Partido Comunista en 1949, durante la década de los años cincuenta y posteriores.
Son hechos que conmovieron y traumatizaron al país y no se relatan. Por ejemplo, el
“Movimiento de las Cien Flores”, cuando en 1957 miles y miles de estudiantes, intelectuales, funcionarios y miembros del Partido Comunista, que criticaron a Mao por sus desastrosas políticas, fueron intimidados, maltratados, privados de sus puestos de trabajo, condenados y enviados a trabajar al campo y a las minas, donde muchos murieron.
También noté la ausencia, ni siquiera había una pequeña mención, del movimiento llamado “Gran Salto Adelante”, en el que de la noche a la mañana el Presidente Mao a “mano pelada” quiso hacer de China una potencia en la producción de acero con el único objetivo de sobrepasar a Gran Bretaña y EEUU. Los resultados catastróficos que las políticas de este movimiento provocaron se hicieron notar en los años siguientes; causaron la mayor hambruna no sólo de la historia China sino de toda la humanidad con más de 40 millones de muertos, según recoge en sus memorias Chen Yizi ( 陈一諮), Consejero del exsecretario general del Partido Comunista Chino Zhao Ziyang ( 赵紫阳) (H.K Publising House, 2013).
Cuando uno llega a la sala de la década de los sesenta, un ruido atronador reproduce el estallido original de la primera bomba atómica china en 1964. El efecto impone, sin embargo se ignora que también en esos mismos años el Presidente Mao pone en marcha “la Gran Revolución Cultural” que rápidamente se extiende y arrasa todo el país, provocando desórdenes, destruyendo templos y reliquias del pasado, llegando casi a provocar una guerra civil. Durante más de una década se clausuraron las escuelas, institutos y universidades y más de dos generaciones de estudiantes, profesores y científicos fueron abandonados a la deriva mientras sufrían constantes humillaciones y sanciones públicas. Hubo una auténtica anarquía que provocó el agotamiento de la economía y dejó a la sociedad dividida, traumatizada y desmoralizada.
Salí desconcertado y algo deprimido de esa visita pues tampoco encontré ninguna referencia a los acontecimientos de la Plaza de Tiananmen de 1989, que viví en primera línea, y que fueron retransmitidos por las televisiones de todo el mundo.
Vinieron a mi cabeza las lecturas del gran historiador chino Sima Qian ( 司马迁) nacido en el siglo I (AC) al comienzo de la dinastía Han, y que fue condenado por narrar con objetividad los hechos tal como sucedían.
Sima Qian
Sima Qian fue el primer y gran historiador de China. Defensor de la honestidad y de la verdad, cometió el “error” de defender a un general condenado a muerte (por rendirse ante las tropas bárbaras del norte), del que pensaba que fue tratado de manera totalmente injusta.
A Sima Qian, después de ser interrogado, se le dio a elegir entre castración o muerte. Prefirió ser castrado pues, según cuenta en uno de sus escritos, prometió ante el lecho de muerte de su padre (también historiador y funcionario) seguir con la tradición y el compromiso de contar la historia de una manera fiel y ajustada a la realidad.
La característica principal de Sima Qian es que sostenía que cada hecho debe ser probado, narrado con fluidez y argumentado con consistencia. Solo ensalzaba al emperador o alto funcionario que lo mereciera y, por la misma razón, criticaba las desigualdades y los excesos del poder. Todo ello con un claro propósito didáctico: enseñar a las generaciones venideras cómo comportarse y administrar bien el país.
Sima Qian sobrevivió a la mutilación pero no se recuperó de la humillación sufrida. La castración era una vergüenza insoportable y muchos optaban por el suicidio. El no estaba preparado para morir no sin antes acabar con el proyecto que su padre le había encomendado: escribir la Historia de China tal y como había acontecido.
Escribió numerosas cronologías, anales, monografías, etc. Todos sus escritos están recogidos en el libro Shiji, también conocido como la “Crónica de la Historia”( 太史公書). Su hija y su nieto tuvieron las agallas de esconderlo para, pasadas algunas generaciones, sacarlo a la luz y publicarlo.
Esta historia vital, y otras del mismo estilo, han fomentado entre los chinos un gran amor por sus héroes y leyendas que, en muchas ocasiones, utilizan para criticar al gobierno de forma encubierta, es decir recurriendo al pasado para iluminar y criticar el presente.
Conocido es el caso del que fue Vicealcalde de Pekín entre 1949 y 1965, Wu Han ( 吴晗). Gran historiador y académico que utilizó la figura de un funcionario de la corte del primer emperador Ming para, con todo tipo de anécdotas, narrando locuras y despotismo, criticar los excesos y desmanes del Presidente Mao. Fue perseguido durante la Revolución Cultural y murió en la cárcel años más tarde.
En 1976 muere Mao Zedong. Un año más tarde, Deng Xiaoping toma las riendas del país. Deng podría haber abordado un cierto análisis de la historia de China pero en ese momento, con el país en ruina moral y prácticamente estancado, temía las posibles críticas al Partido por lo que resumió de un plumazo el papel del Presidente Mao resumido en dos líneas:
“Sus aciertos (70%) pesan más que sus errores (30%). Mao ha sido un gran marxista y unificador de China”.
Dado por zanjado el análisis del histórico, pasó a darprioridad al desarrollo económico y bienestar de su pueblo e impulsó primero las reformas en el campo y, más tarde, en la industria y comercio con el fin de fortalecer y modernizar el país, pero eso sí, con unos límites muy claros en favor del monopolio del Partido Comunista en la organización política y social; prohibiendo, en consecuencia, toda crítica a sus dirigentes o cuestionamiento de su autoridad.
Desde entonces, el Partido Comunista China y el pueblo chino han alcanzado grandes gestas nunca vistas en la historia de la humanidad, sacando de la pobreza y del analfabetismo a más de 500 millones de personas y llegando a ser la segunda economía del mundo. No obstante, un país y un gobierno que no admite hechos incómodos y trágicos en su historia y, aún más, rehúye cualquier debate sobre ellos y su verdad, es muy difícil que pueda ganar el apoyo moral y confianza no ya de sus propios ciudadanos, sino de la comunidad internacional.
A pesar de que la historia, o precisamente por ello, toca la fibra emocional de los pueblos, pocas veces se permite que fluya libremente. Su interpretación y reconstrucción siempre es controvertida y nunca nos deja indiferentes. Acosada, desfigurada, ultrajada por los vencedores y vacía de contenido por los vencidos, sin embargo nada más necesario para un pueblo que conocer su propia historia , entender los múltiples posos que conforman su alma colectiva.
En Europa, se ha hecho autocrítica de casi todas las épocas. Hemos hecho un gran esfuerzo para comprender, analizar y sobre todo debatir las principales corrientes de pensamiento que han determinado su evolución: liberalismo, socialismo, fascismo, mercantilismo…
Existe una gran y extensa literatura testimonial nacida a partir de ese gran esfuerzo de reflexión. En ningún otro lugar del mundo se ha llegado a reconocer la importancia de la introspección histórica tanto como en Europa y ese ejercicio ha reforzado nuestra confianza en el progreso de los pueblos y fomentado la construcción de una Europa Unida.
Sin embargo, este ejercicio de introspección parece, de momento, impensable en China.
Ha habido bastantes detenciones por demandar una revisión de la historia reciente del país y una mayor introspección del pasado. De especial resonancia fue el caso del historiador Hong Zhenkuai (洪振快) que, no hace mucho tiempo y de una manera objetiva, hizo una serie de comentarios desafiando ciertos episodios de la historia oficial. En especial la del soldado Lei Feng (雷锋) que en 1963 fue aclamado por las masas como modelo de soldado debido a su amor y devoción por Mao y por el Partido.
El Presidente Xi Jinping se quejaba meses atrás del escepticismo de la juventud hacia la historia oficial y la indiferencia que tanta erosión estaba causando al Partido, pero se limitó a instar a todos los miembros del Partido a no desviarse de la dirección marcada.
La semana pasada, sin ir más lejos, The Economist hizo mención a un serial histórico de la dinastía Qin en el que se trataba de traidores a varios líderes actuales del partido; fue emitido en la TV oficial y rápidamente bloqueado y censurado.
La historia es un instrumento fundamental que nos permite entender quiénes somos y de dónde venimos y, quizá por eso, es tan difícil que satisfaga con objetividad las expectativas, experiencias y recuerdos de quienes la han vivido. Solo el paso del tiempo, cuando las generaciones más próximas a los hechos historiados han desaparecido y la fibra emocional se nutre de nuevas realidades, cabe una aproximación más objetiva o neutra a nuestro pasado y entonces las interpretaciones divergentes pueden entrar pacíficamente a formar parte de nuestra historia.
Yo pienso que en China ha pasado ya suficiente tiempo para que se pueda hacer una crítica introspectiva de una manera objetiva y honesta al estilo de Sima Qian – ( 司马迁).
En 2021 se cumplirá el centenario de la fundación del Partido Comunista Chino. Estoy seguro de que las autoridades lo celebrarán con grandes fastos con el objetivo no solo de conmemorar sino de impresionar “al mundo mundial.”
También pienso que el centenario es un momento importantísimo para que desde las altas esferas del gobierno se aliente y se prepare un debate a fondo de la historia de China. Es cierto que ha habido muchos escritos, información y biografías de personajes importantes pero siempre ha faltado un gran debate y una honesta interpretación de los hechos acontecidos.
Con esta labor y esfuerzo de introspección los chinos comprenderían que sus tragedias son las mismas que afectan a toda la humanidad y sus preocupaciones y ocupaciones en el mundo globalizado de hoy tomarían una nueva dimensión. Entenderían que la historia no es un conjunto de batallitas sino el resultado de la interacción de la ideología, del pensamiento y los avances técnicos.
Comprenderían, también, que la historia no se escribe unilateralmente sino que está inspirada en influjos y valores éticos fundamentales para la humanidad; por ejemplo los de origen confuciano, budista, islámico o cristiano que parece como si no hubiesen existido en la historia reciente de China. Por último, rompería quizá la dinámica de creciente desafección de las nuevas generaciones hacia la historia oficial.
Un país como China que, querámoslo o no, está llamado a ser un líder mundial necesitará un “softpower” que deberá apoyarse en la verdad para dar credibilidad a sus acciones y a los proyectos de sus líderes.
La confianza y credibilidad forma parte del “softpower” que China tanto necesita. El año 2021, con un nivel de desarrollo económico, cultural y tecnológico impensable en 1976, podría marcar un punto de inflexión y convertirse en una buena ocasión para adentrarse con una nueva mirada, más ambiciosa y realista, de la historia China.
Jesús Castillo Abascal, observador de la realidad china, es un profesional con una larga experiencia en el país, en el que ha vivido desde la década de los ochenta..